Han pasado ya casi 30 años, pero tenemos que dar la razón a Golpes Bajos: no corren
buenos tiempos ni para la lírica ni para la cultura en general. En esta prolongada
crisis que parece que se nos vaya a llevar por delante a todos, una de las
víctimas está siendo la Cultura.
Un incremento del IVA del 8% al 21% ha hecho saltar las
alarmas de distintos sectores de la industria cultural, especialmente el
cinematográfico, ya bastante maltrecho por la reducción de espectadores en las
salas y los nuevos canales de visionado de películas. También subirá para los
conciertos y las representaciones teatrales, así como los servicios artísticos
prestados por personas físicas. O la adquisición de obras de arte.
Mientras tanto, todo el sector sigue esperando como agua de
mayo una ley de mecenazgo que dinamice la entrada de capital privado en las
actividades culturales, como apoyo en un momento de fuerte reducción de las aportaciones
públicas y de los patrocinios tradicionales.
Quizá la clave sea hacer borrón y cuenta nueva, definir
claramente qué es cultura y qué es entretenimiento, decidir si se trata igual a
la industria cultural que a otras industrias, elegir si aquélla aporta otros
valores más allá del económico… y terminar con absurdos como que un mismo
contenido en distintos soportes (papel o digital) tengan tratamientos distintos
(nada menos que un 17% de diferencia de tipo impositivo).
Probablemente el resultado de todas estas convulsiones
termine siendo una menor oferta cultural, una mayor dificultad para acceder a
ella fuera de las ciudades más grandes y, en definitiva, una vida más triste para todos.
Malos tiempos para la lírica
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