viernes, 1 de abril de 2011

II Redlato: capítulo 7

“¿Y cómo va a hacerlo? ¿Conoce a alguna madre que quiera desprenderse de su hijo?

“Puedo ayudarle a aliviar su dolor pero no puedo hacer lo mismo con su curiosidad”--- Contestó Proaza. “Ahora toca descansar. Después de la suerte que he tenido hoy no quisiera que nada me la estropeara. Le espero mañana a las ocho de la mañana en el Café del Norte de la Plaza Mayor. Tenemos que concretar cuánto estaría dispuesto a pagar y cuándo sería la entrega”.

“En mi opinión deberíamos tratar los asuntos del encargo en un sitio privado, no público. No quiero arriesgarme ni lo más mínimo y me imagino que usted también querrá ser discreto. Mi casa está llena de gente y no estaríamos solos ni un minuto. ¿Qué le parece si quedamos en la suya?

“Bueno… Creo que tiene razón, un sitio público puede traernos grandes riesgos. Pásese por mi casa mañana a las nueve de la noche. –Proaza saca un bolígrafo y un papel del bolso del pantalón, escribe una dirección y le entrega la nota al licenciado-.

“Muchas gracias. No sabe cuánto me ha ayudado. Hoy dormiré mejor que nunca.”- dijo el licenciado.

“Antes de que nos vayamos me gustaría saber cuál es su nombre. No acostumbro a hacer favores a desconocidos.”

“Perdóneme doctor, no suelo ser tan descortés. Mi nombre es Arturo Blanco”.

“Un placer, -contestó el doctor Proaza. Ahora ya podemos irnos”.

Mientras Arturo caminaba por las oscuras calles vallisoletanas hasta llegar a su hogar una voz familiar le recordó lo que estaba haciendo.

Guzmán había esperado hasta el final de la partida en un callejón para poder hablar con Arturo y ahora quería saber si su trampa había funcionado.

“Buenas noches Arturo. -Le dijo con voz amistosa. Espero que el plan haya salido bien”.

“Buenas noches amigo Guzmán. La verdad es que no pudo haber salido mejor: el pez ha picado el anzuelo hasta el fondo”.

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